Lo Nuestro No Es En Stan Up
Nos cuenta Lu: lo nuestro comenzó hace casi cinco años atrás, en junio de 2015. Por entonces tenía 23 años y trabajaba en las oficinas comerciales de Walmart. Allí, un día, un compañero de trabajo – medio personaje -, me comentaba sobre unos cursos de stand up que se dictaban en el Paseo la Plaza, él me preguntaba si quería anotarme.
Duraban tres meses, de enero a marzo y al final del curso se realizaba una muestra. Fui con pocas expectativas y me terminé enganchando. Los lunes a las siete de la tarde me entretenía con algo que en verdad me descontracturaba de la facultad, del trabajo, y de paso veía gente – un poco extraña-, pero la pasaba bien.
Nos cuenta Mati: en aquella época, con 30 años, mi vida transcurría trabajando en la municipalidad de Ituzaingó, hacía casi un año que me había separado de una larga relación y trataba de rumbear mí vida. Fue entonces cuando comenzaron una sucesión de hechos que me llevaron en una nueva dirección. La primera fue cuando en una exposición, un conocido feriante, así de la nada, me citaba la idea de hacerme comediante: “¿Mati, vos podrías hacer stand up?”
Su sugerencia quedó rondando en mi cabeza, pero no hice nada al respecto, ni siquiera sabía que existieran cursos, solo entendía que a veces en los cumpleaños o reuniones con amigos, yo era el que contaba las anécdotas para reírnos, en definitiva, era que hablaba boludeces.
Luego al mes, un compañero de la municipalidad me invitó a ver su muestra de Stand up, fui entusiasmado, pero salí frustrado, me habían parecido unos chicos tratando de hacerse los graciosos cosa que no lo lograban, y por último, tiempo después, apareció un profesor de tenis comentándome que estudiaba Stand Up en el Paseo la Plaza.
Al escucharlo abrí los ojos pensando “Si es en el paseo la plaza, debe ser groso”. Esta vez me encantó lo que vi, era súper divertido; días después, estaba anotado en el curso, allí fue donde vi a Lu por primera vez.
Recuerdo la primera clase, retoma Lu, nos hacían hacer un juego de roles donde cada uno debía describir a un compañero, Mati tenía un look muy “municipal”, y en mi turno de hablar dije que él parecía un colectivero, él llevaba una agenda de cuero y sin dudas necesitaba un “fashion emergency”.
Cuándo transcurrieron los tres meses del curso, como sabía que se venía la muestra final, me pasé a su grupo que era mejor que el mío, fue cuando empezamos a tener más contacto, incluso lo invité – con otros compañeros – a mi cumpleaños. Él me tiraba onda, era muy caballero, me había llevado a mi casa, y a veces, me escribía, pero yo siempre le huía poniéndole alguna excusa, además, no me entusiasmaba contarle a mis amigas que salía con el chico del “monólogo especial”.
La primera impresión que tuve de ella, explica Mati, y se lo dije en la cara, era que se parecía a Karina Jelinek, ella divertida me decía, “mirá que estoy mejorada”, pero bueno, “lo dejo a tu criterio”, ahora bien, sobre mi monólogo creo que tenía razón.
Cuando empecé a escribir mi texto, un amigo ingeniero llamado Leandro a quién prefiero no exponer, me dijo: “es malísimo lo que estás escribiendo, tenes que hablar de cosas cotidianas, por ejemplo, ¿Viste que a veces los hombres hacemos cualquier cosa para mirarle el tujes a una mujer? Bueno, anda por ahí”, pensando que su idea era buena idea, arranque para ese lado.
Luego de su cumple continué intentando salir con ella que seguía esquivandome, frustrado le confesé a mi amigo Jonathan: “no puedo resolver el dilema con esta mujer, ni me mira”, y él me remarcó: “¿Vos, en algún momento fuiste concreto en hacerle saber tus intenciones?” Esa misma noche, en un arrebato de ansiedad le escribí: “Lu, hoy cuando nos vimos quería darte un beso, la próxima vez no voy a dejarlo pasar”.
Recuerdo su mensaje, comenta Lu, en ese momento salí por la tangente aunque una semana después acepté su invitación a cenar. Siendo domingo en una primera cita, imaginé que él haría una reserva y me llevaría a un lindo lugar, pero me pasó a buscar una hora y media más tarde y cuando le pregunté a dónde íbamos me respondió que no tenía idea.
Llegué muy demorado, afirma Mati, me salió todo mal, para cenar recordé un lugar en Ramos Mejía, cuando llegamos el lugar estaba cerrado, frustrado, fuimos a una cantina española llamada “Carmen”, al llegar ella dijo: “este lugar no me gusta” y tengo que confesar, tenía razón, el lugar era muy feo, fuimos por fin a uno donde si cenamos. Cuando regresamos llegamos a la puerta de su casa, en ese momento no sabía cómo comportarme, atiné a decirle chau, la saludé con un beso en la mejilla, pero ella no se bajó, movía las llaves esperando que hiciera algo.
Por suerte, retoma Lu, el último resto que elegimos era muy lindo, lo raro fue su elección para comer, pidió albóndigas con salsa. A esa altura la imagen que tenía de él había cambiado, lo vi menos personaje, aunque noté que era un poco lento, por suerte, al final, se puso en acción y fue cuando finalmente nos dimos nuestro primer beso.
¡Un primer aplauso para ellos por favor!